Aquí comparto mi experiencia en el Cerro Pilongo, un lindo lugar a hora y media de la ciudad de Quito. Lo hice junto a mi hijo Sebastien de 8 años guiado por un equipo extraordinario; Mamá Uma
Lo prometido, los detalles de ese día tan mágico en el Cerro Pilongo de la mano de Mamá Uma, una operadora diferente; un equipo que abre rutas y nos invita a dejar huellas y llevarnos siempre un aprendizaje de la montaña y de la comunidad que visitamos. Una operadora ecuatoriana de turismo regenerativo y comunitario que hace entre otros programas, viajes familiares que transforman nuestra manera de percibir la madre tierra y de ver el mundo.

Mi experiencia en el Cerro Pilongo fue junto a mi hijo Sebastien de 8 años. Les confieso que fui con pocas expectativas, ya que mi propósito muy personal, era asumir y afrontar la montaña con Sebas hasta donde ésta no los permitiera, era caminarla, disfrutarla y conectarnos en un escenario bonito guiados por un gran equipo. Este día estuvo lleno de detalles y bendiciones en cada kilómetro que avanzábamos.
La ruta fue El Cerro Pilongo, ubicado a una hora y media de Quito en la Reserva Ecológica Los Ilinizas, lugar en donde nos alistamos para vivir y sentir esa gran ruta.
Y así fue esta aventura
A las 6:30 am estábamos en el punto de encuentro 1, allí estaba dándonos la bienvenida el gran montañista y guía Galo Heredia; un profesional y apasionado de la montaña. De inmediato nos recibió Kapu (Carolina Heredia) la fundadora de Mamá Uma; una mujer de temple, cariñosa y amable.
Todo este primer grupo nos subimos al trasporte para ir a recoger al resto del grupo al punto 2. Una vez todos listos, partimos a nuestra aventura. Dentro del grupo había niños con edades comprendidas desde los 5 hasta los 13 años, por lo que pueden ir a los paseos en familia con toda confianza, ya que estarán con los mejores guías certificados para ir con niños a la montaña.

En el camino se veía todo despejado. Al voltear a la derecha veíamos el Volcán Corazón y Los Ilinizas (norte y sur) y a la izquierda el Pasochoa y Cotopaxi dándonos la bienvenida con sus vestiduras despejadas. A las 8:40 am ya estábamos pasando El Chaupi para ir a hacer el registro en la Reserva Ecológica Los Ilinizas. Allí también nos ofrecieron una última parada para ir al baño o hacer alguna compra de última hora. Y en mi caso, para bajarme a tomar una fotografía ya que Los Ilinizas estaban muy bonitos y despejados.
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Una vez en el lugar se bajó el guía para dar los datos de todos y que nos dieran el acceso para seguir el camino hacia la hacienda Urku Sumak, punto de partida del trekking y, en donde hicimos un calentamiento dirigido por Galo Heredia, quien mientras nos hacía los ejercicios nos decía: “tengan en cuenta que no es una competencia, se trata de disfrutar la naturaleza, de respetarla y cuidarla.
Luego del calentamiento nos pusimos en círculo, y con el Cerro Pilongo e Ilinizas de fondo, llevamos a cabo un ritual mágico:
Con las manos arriba hicimos una oración para pedirle permiso a la montaña, fue un momento íntimo y sublime. Allí Sebas me preguntó ¿mami iremos a la cumbre? Y le dije veremos cómo avanzamos y que nos dice la montaña.

Listos para el trekking
Ahora sí, a las 9:28 am con una altura de 3.394 metros iniciamos la caminata dirigida en tres puntos. Una persona abría la ruta; otra en el medio estaba para dar apoyo y otra cerraba la ruta allí estaba Kapu con su esposo y su hijo menor. Salimos todos juntos bajo un clima muy bonito y sol radiante, disfrutamos de los sembradíos de papa, vimos a lo lejos las siembras de mortiño, y caminamos al inicio entre vacas; caballos; aves y diversa flora. Galo y Kapu siempre daban detalles de lo que veíamos.

Caminamos todos juntos, aunque cada quien a su paso y ritmo. Al pasar una hora de caminata por senderos amplios y terreno estable hicimos una primera y breve parada. Allí respiramos, tomamos agua de Sunfo, esperamos al resto de la tropa y, entre risas, cuentos y consejos para preservar la naturaleza nos alistamos para seguir.

Caminamos unos minutos más e hicimos otra parada y nos alistarnos para subir el tramo de terreno de pajonal. Allí el equipo de Mamá Uma trabajaba dejando unas señalizaciones; encender radios y alistar todo, mientras nosotros comíamos algo ligero, nos hidratamos y Alexandra nos daba una charla de la estructura social de la montaña y sus comunidades, allí nos explicó lo que era la fruta el mortiño y cómo hacía su recolecta.
En este punto nos dividimos: Un grupo en donde estaban los más pequeños que caminarían por el pajonal y llegarían a la base de la cumbre y el otro grupo que caminaríamos el pajonal para luego subir a la cumbre del cerro Pilongo.

A las 10:40 am seguimos el camino, ya se sentía el clima más árido; caluroso y el pajonal estaba alto, fue una caminata muy bonita en donde todos nos dábamos guía y nos esperábamos. Los niños se contaban sus cosas y los adultos disfrutábamos la caminata mientras subíamos.
Llegamos a la base, a unos 3.721 m allí comimos bocado más fuerte, Mamá Uma llevó un rico snack de panes integrales, aguacate, cebolla, tomate y fruta. Sin embargo, cada quién ofrecía de lo que llevaba y así hicimos una gran mesa redonda en la grama en donde observamos hacia abajo todo lo que recorrimos y hacia arriba la cumbre que nos esperaba.

Una vez terminamos de comer, Galo pidió levantaran la mano aquellos que seguirían a la cumbre aclarando que solo aquellos que quisieran, que la montaña no era obligada. Y allí nos alistamos los que seguiríamos y los más pequeños se quedarían allí jugando y haciendo actividades con Kapu y el resto del equipo de Mamá Uma.

Cada quien hacia su cumbre
Con todo el ánimo llegaba la parte que particularmente me daba ansiedad tanto por mi como por Sebas, que él hiciera su cumbre solo, allí iba él con ánimo y seguridad, detrás de Sergio otro niño muy despierto y alegre de 12 años.
Fue una subida relativamente corta pero llena de incertidumbres, luego de 40 minutos llegamos a la Cumbre del Cerro Pilongo, a los 3.900m ya mi hijo había llegado, nos abrazamos reímos y lloramos de alegría. Nos alejamos del grupo Sebas y yo por unos minutos, y frente a los Ilinizas (norte y sur) alzamos las manos, cerramos los ojos y dimos gracias a Dios y a la montaña.
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Realmente durante toda la ruta experimente un trabajo de equipo, de ayudarnos unos a otros. Hicimos una cumbre en equipo, comimos chocolate y me enteré que una de mis compañeras ;Raquel Criollo estaba felizmente embarazada, qué bonita noticia, brindamos por más aventuras y bajamos felices.

Al llegar nuevamente a la base nos reunimos con todos, hicimos un círculo y cada quien compartió lo que se llevaba de esta hermosa ruta de El Cerro Pilongo. Yo, sin duda comenté que me llevaba una gran experiencia de haber subido por primera vez sola con mi hijo a la montaña. Ambos sin ayuda, con guía, fe y ánimo. Y es así, me llevé una vez más esa frase tan cierta de que los límites están en la mente y que el miedo es ese sentimiento que nos hace seguir al afrontarlo o nos paraliza. Y sobre todo me llevo aprendizaje de cada persona y gratitud.
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Un testimonio que me llevo conmigo fue el de Glenda y su familia. Ellos eran un grupo de cuatro personas (Glenda, Sergio su hijo de 12, Amelia su nena de 8 y Cathy quien los animó al paseo). Glenda es una mujer que ha asumido la crianza de sus hijos sola desde hace 6 años y ella nos comparte que ese día en la montaña descubrió grandes cosas.
En el camino, su hijo mayor, se mantuvo activo y entusiasta durante la jornada de ascenso, sin embargo, la menor no estaba tan emocionada; al contrario, se quejaba del sol, del polvo, del cansancio, mientras que su madre le daba ese empuje para seguir, todos le conversábamos sobre lo maravilloso que era estar ahí, todos juntos y de la oportunidad que teníamos para conocer la montaña.
Al llegar a la base de la cumbre, la verdad que yo pensé que Amelia se quedaría abajo. Sin embargo, Glenda, Sergio, Cathy la convencieron y subimos.

Glenda nos confiesa que en la subida empezaron bien, pero ella tenía un poco de miedo por Amelia, “el camino se volvió cada vez más empinado mientras Amelia seguía quejándose del camino y yo, por supuesto, seguía alentándola hasta que no pude más. Luego de un poco más de mitad de la subida, me dio un ataque de vértigo y pánico después de mirar hacia arriba y hacia abajo. Intenté no flaquear para no decepcionar a mis hijos, pero, con la ansiedad desbordada, comencé a llorar y le dije a Galo, el guía que no podía subir más, que yo me quedaba ahí” comenta Glenda.
Para conocer sus paseos y rutas visita su web o síguelos por sus redes sociales.
Galo, el guía pidió nos arrimáramos a un lado, le preguntó a Glenda si era malestar de altura, miedo, dolor y ella respondió que era miedo a lo que Galo dijo. El miedo es superable, entonces podemos seguir e inmediatamente la hicieron pasar adelante, junto a Galo quien la tomó de la mano y la ayudó a subir hasta lograr la cumbre.
“Lo impresionante de este tramo fue que, mientras yo subía y decía que estaba preocupada por mis hijos; mis compañeras de viaje velaron por ellos y Amelia comenzó a alentarme diciendo «vamos mamá, es fácil, yo estoy bien». Ella subió dándome fuerzas, mientras el hermano me decía «tranquila, tú sigue. Yo la cuido». Cuando llegamos a la cumbre los abracé feliz y llorando mientras ellos me miraban con orgullo. Antes de subir, Galo nos dijo: «la montaña te da lo que necesitas» y así fue. La montaña me permitió flaquear y soltar, y me demostró que, aunque debo ser valiente, hay momentos de pánico. Me enseñó que no debo temer a mostrarme vulnerable y que mis hijos también son fortaleza y magia; son poderosos y sanadores. Me mostró que debo alejarme un poquito de ellos para dejarlos enfrentarse a sus propios retos y no debo subestimarlos: ellos lo pueden todo, yo sólo debo confiar. Cuando bajamos la montaña, los sentí felices; empoderados y llenos de fuerza. Así terminó el paseo, con un par de hijos más grandes de lo que yo pensaba y con ganas de seguir siempre confiando.” CONFESÓ GLENDA ENTRE LÁGRIMAS DE ALEGRÍA Y GRATITUD.
Una bonita despedida en El cerro Pilongo acompañada de neblina

Así con toda esta emoción, el cielo empezaba a nublarse para darle paso a neblina. Y con ese paisaje nos pusimos de nuevo la indumentaria para el frío y empezamos el descenso nuevamente por los pajonales; cruzamos un pequeñito río; conversamos y cubiertos de esa fría y sublime neblina llegamos a la Hostería, nos lavamos las manos, y bajo el calor de la madera del lugar nos sentamos a comer una rica sopa de Locro de papa; tomamos sunfo; café y cerramos con broche de oro el día al caer granizo mientras comíamos.

A las 5:30pm regresamos a Quito con una gran vivencia que nos hizo disfrutar y crecer. Una experiencia para contar y recomendar porque cada viaje con Mamá Uma es único e inolvidable. Agradecida con este bello equipo: Kapu, Galo y Nancy.
Usualmente nosotras como mamás apoyamos, cuidamos y sostenemos, pero poco nos dejamos sostener. Así que encontrar a Mamá Uma es una gran bendición en mi vida y les aseguro que lo será para todos aquellos que hagan sus rutas.
“Aquí los niños son los principales actores de cambio, sentimos que cambiar el mundo viene desde el corazón de uno mismo, las semillas que ahora cuidamos en fomentar experiencias enriquecedoras con la familia en la naturaleza, nos ha permitido convertirnos en un puente y un gran punto de encuentro donde existe armonía y salud”. COMENTA CAROLINA HEREDIA “KAPU”.
El Cerro Pilongo nos llevó a descubrirnos un poco más, a demostrarnos que somos capaces de más, de que somos mujeres empoderadas, familias que se unen con la magia de la naturaleza, y sobre todo nos da la oportunidad de ver niños más felices, consientes con la naturaleza y que desarrollan trabajo en equipo desde temprana edad. ¡Qué vivan estos momentos, más naturaleza y menos videojuegos! ¡Que Viva Mamá Uma!
Aquí te dejamos un video de Kapu, fundadora de Mamá Uma en donde ella habla de La maternidad como una aventura:
Por: Wanda Salamanqués S
Fotos: Nancy Muñoz