Después de practicar natación seguro has experimentado la gran sensación de hambre que produce esta disciplina

Cuando terminas de hacer natación en piscina o en aguas abiertas, seguro que te comerías un buey estofado para empezar y terminar con un buen postre. No es algo que te pase de forma exclusiva a ti en particular, sino que hay una base científica detrás de todo ello para entender por qué nadar produce más hambre que la bici o correr.

Es cierto que mientras hacemos ejercicio, se produce un importante gasto energético que disminuye nuestras reservas de azúcares (glucógeno) en nuestro organismo. Además, el cuerpo tiene que encargarse de regular la temperatura y adaptarse al agua.

También la hormona ghrelina hace su trabajo, sintetizada por el estómago y segregada durante el ejercicio, su misión es informar al cerebro de que el cuerpo debe alimentarse.

La temperatura del agua, factor clave

El frío contrae los vasos sanguíneos e impide la liberación de hormonas saciantes de apetito

La ingesta calórica después del ejercicio en agua fría fue 44 por ciento mayor que en agua caliente.

un estudio realizado por la Universidad de Florida en 2005 ya apuntaba la temperatura del agua como factor clave a la hora de activar el apetito.

Aunque se puedan quemar el mismo número de calorías que practicando las otras dos disciplinas, bicicleta y carrera a pie, la sensación de hambre no es la misma.

La investigación tomó como muestra un grupo de 11 estudiantes de edades comprendidas entre 21 y 31 años que hicieron ejercicio durante 45 minutos en una bici estática sumergida en agua fría (20 grados centígrados) y otros que hicieron el mismo ejercicio en agua templada (32 grados centígrados).

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Después de cada sesión de ejercicio y el período de descanso, se midió la presión arterial y frecuencia cardíaca de los estudiantes. Se les dejó descansar durante una hora y comer una serie de alimentos de manera completamente libre. Sin embargo, los estudiantes no sabían que se iba a medir su ingesta calórica.

La ingesta calórica después del ejercicio en agua fría fue 44 por ciento mayor que en agua caliente. Los estudiantes consumieron una media de 877 calorías después del ejercicio en agua fría, 608 calorías después del ejercicio en agua caliente y 618 después de los períodos de descanso.

Rudolph H. Dressendorfer, uno de los autores del estudio, confirma que esta conclusión puede deberse a que el frío contrae los vasos sanguíneos e impide la liberación de hormonas saciantes de apetito.

La grasa corporal, un factor favorable

Otros estudios confirman que tener un porcentaje de grasa elevado puede venirnos muy bien a la hora de practicar la natación. De hecho, muchos nadadores universitarios suelen tener niveles de grasa más elevados que corredores o ciclistas.

Según la investigación, tener cierta grasa corporal favorece una menor resistencia al agua. Además, la grasa no es tan densa como la masa muscular, y aporta flotabilidad.

Como siempre, en el punto medio está la virtud, así que cuida tu alimentación y controla el hambre después de nadar mediante alimentos que sacien tu apetito de manera sana y saludable.