El argentino Alejandro Travaglini se encontraba compitiendo en Australia cuando el escualo lo atacó, pero logró sobrevivir al golpearlo repetidas veces en la trompa

El surf en una actividad física considerado un deporte extremo por todos los peligros que conlleva. Ninguna precaución es exagerada para mantener a raya los riesgos, pero nadie se imagina que uno de ellos será eludir a un animal salvaje que intenta comerlo.

Eso fue lo que le pasó a Alejandro Travaglini, un surfista argentino de 37 años, que fue atacado por un tiburón blanco en la playa Cobblestones en Gracetown, al sur de Perth, en Australia. El suceso ocurrió el pasado domingo 15 de abril, cuando se encontraba compitiendo en un evento de la World Surf League.

Travaglini empezó a golpear y gritar cuando el espécimen acuático fue por él «tres o cuatro veces», según detalló Adam Kennedy, compañero del sureño, que se encontraba en el agua junto a otros tres competidores. Si bien el escualo logró morderle las dos piernas, logró resistir motivado por el instinto de sobrevivencia.

«Cuando el tiburón lo mordió, le pegó una patada para que se vaya. Volvió a acercarse y Alejandro le puso la tabla en la boca y el tiburón se fue», indicó uno de los amigos de Alejandro «Chiquito» Travaglini.

Un golpe en la trompa es lo recomendable para escaparse de un tiburón, ya que la zona que confluye la nariz de este animal posee un centro nervioso y de orientación, así que realizar un puñetazo certero provocará la desorientación del gran pez, y permitirá que el surfer gane un tiempo valioso para escapar.

De hecho, a pesar de sus graves heridas, Travaglini hijo pudo llegar a la costa, gracias a que nunca perdió la consciencia y contó con ayuda de otras personas. En la orilla le realizaron un torniquete y fue trasladado vía helicóptero al Hospital Royal Perth, que se encontraba a 270 kilómetros del lugar.

Helicóptero
Fue trasladado vía helicóptero al hospital

«Creo que tuve un poco de suerte», relató el sobreviviente al salir de una segunda operación, para que pudieran limpiar y curar las heridas de sus miembros inferiores. Si bien calificó su recuerdo de «borroso», indicó que sintió que lo picaban una vez y luego lo arrastraban, por lo cual empleó su tabla.

«Como una especie de escudo para evitar que vuelva a morderme, pero cambió y me mordió en la otra pierna», declaró a una televisora australiana. Sin embargo, también dijo que la adrenalina fue la que lo motivó a luchar; «todo lo que podía pensar era en meter la tabla en la boca, quitar esa correa y nadar lejos».

Las consecuencias del encuentro con el tiburón blanco le dejaron tres mordiscos: uno en el muslo izquierdo, otro en la rodilla derecha y el tercero en la pantorrilla izquierda. Pero una ola «milagrosa» lo devolvió a la costa y evitó que sufriera más daños.

El surfista tuvo un encuentro con la muerte, pero también la suerte de que el escualo no fuera tan grande: «Solo era un tiburón de tres o cuatro metros. Creo que si hubiera sido realmente grande me hubiera llevado». Aun así, aseguró que volverá al deporte que tanto ama.

Eso sí, también reconoció que buscará que su caso sirva para que se investigue el comportamientos de los tiburones, para que disminuya el ataque de estos a los surfistas en las playas.