Muchas de las lesiones generadas por la carrera pueden ser minimizadas cuando el deportista realiza un trabajo de fuerza como parte de su entrenamiento

Clásicamente, en el mundo del ‘running’, el trabajo de pesas ha sido despreciado debido, en gran medida, a la creencia popular de que podía tener un efecto negativo sobre el rendimiento del deportista.

Sin embargo, en la actualidad, una adecuada planificación de la temporada exige necesariamente que el entrenamiento de fuerza sea incorporado de forma sistematizada en las rutinas del deportista, bien sea a través de pesas o de cualquier otro dispositivo de resistencia externa.

La fuerza es la principal capacidad en todo deporte. Un corredor debe realizar trabajo con pesas para fortalecer las articulaciones, y también para desarrollar la fuerza explosiva o máxima.

Los beneficios del entrenamiento con pesas en el ‘runner’ han sido ampliamente investigados. Mejora el rendimiento, gracias al trabajo compensatorio ante desequilibrios musculares, y resulta una valiosa herramienta en la prevención de lesiones. En este sentido, sabemos que muchas de las lesiones generadas por la carrera pueden ser minimizadas cuando el deportista realiza un trabajo de fuerza que sitúa su sistema musculoesquelético más preparado para soportar las exigencias del gesto deportivo.

De forma genérica, el trabajo de fuerza debe iniciarse en las primeras semanas de la temporada, comenzando con ejercicios con autocarga (propio peso corporal) para progresar posteriormente al trabajo con pesas. Es importante incluir en las rutinas del corredor ejercicios en los que se involucren grandes grupos musculares y que afecten a varias articulaciones. Pese a tratarse de un trabajo de fuerza realizado con pesas, este debe tener un carácter funcional y orientado hacia la mejora del rendimiento y la técnica del deportista.

Si no te gustan las pesas, la fuerza la puedes trabajar con ligas, con cargas, botellas de arena o agua, balones medicinales y más. Las opciones son infinitas.